Hasta Abril de 1895 Oscar Wilde era un célebre y celebrado escritor en el ámbito de la literatura. Cada uno de sus estrenos teatrales se convertía en un acontecimiento social que convocaba a la flor y nata dela intelectualidad europea. Sus obras líricas se hicieron portavoces de toda una generación de poetas. En Abril de 1895, tras haber sido declarado culpable de vergonzosas indecencias, Wilde fue encarcelado y condenado a trabajos forzados. Este castigo duró dos años. Dos años de enfermedades, hambre, frío y aislamiento.
Durante su estancia en prisión, escribe Wilde De Profundis, carta dirigida a Lord Alfred Douglas. En ella revisa la relación sentimental que le unió a éste, desde los idílicos comienzos hasta su final agónico. Pero esta carta, lejos de consistir en una secuencia ilimitada de reproches, lleva al artista al ámbito de la reflexión. La reflexión sobre la naturaleza del odio y del amor, de la tragedia y de la comedia, de la perversidad y la pasión, de lo público y lo privado, de la vanidad y la humildad, de la excepción y la norma. La reflexión, en fin, sobre la paradoja que constituye el mero hecho de vivir, la paradoja como regidora inevitable de nuestras existencias y, paradójicamente, sobre la negación de esta paradoja por parte de la sociedad.
Un hombre frente a sí mismo, a solas con sus actos pasados, su innegable presente y ante la incertidumbre de su futuro. Un adulto mirándose en el espejo ante el que le coloca la condena a trabajos forzados. Un hombre adulto que busca redimir a su amante para poder redimirse a sí mismo; que se ha visto forzado a descubrir el dolor, y ha querido convertirlo en placer, y hacer de cada reproche una caricia.