Más abajo aún del cuarto subsuelo, en una sórdida dependencia (la de Asuntos Sub-legales) de una quizás pronto probable Vicepresidencia Cuarta (la de Recortes Sociales), tres apurados funcionarios cumplen rutinariamente una enigmática tarea: la de asignar, a los nombres que figuran en cierta larga lista de personalidades artísticas, un enigmático destino: SÍ / NO / INTERROGANTE.
La asignación de uno de los tres destinos a cada creador de la lista depende, en principio, de una ambigua combinatoria aritmética regida por el azar. Pero los funcionarios son también seres humanos -incluso, según vamos descubriendo, tuvieron en el pasado aspiraciones artísticas- y, a veces, su subjetividad pugna por influir en la mecánica tarea.
¿De qué tarea se trata? ¿Cuál va a ser el destino de los artistas a quienes les corresponde el SÍ? A juzgar por las reticencias de alguno de los tres personajes, la cosa que está en juego es más bien macabra.
Parece ser que, en el pasado, durante un período de vacas gordas, en tiempos -ya lejanos, ay- de “bonanza económica”, de “estabilidad financie- ra”, de “crecimiento acelerado”, de “créditos a troche y moche”, etc., cierto gobierno bienintencionado estableció un sistema de Premios Vitalicios para artistas destacados en el campo de la literatura, de las artes plásticas, del cine, del teatro, de la arquitectura… Y “el arte florecía por doquier”, especialmente donde “lo regaban con prebendas”.
Pero todo eso se acabó, y ahora hay que adelgazar el Estado del Bienestar, cortando por lo sano, si es preciso. De hecho, tanto Basilio como Car- lota como Adrianita han participado en anteriores operaciones clandestinas de Recortes Sociales en el campo de las pensiones, de los impuestos o del patrimonio artístico. Por ello, tal vez, se les ha asignado este espinoso cometido: reducir la nómina de los Premios Vitalicios… acortando la vida de los galardonados, muchos de los cuales, por añadidura, tienen una impertinente afición a la longevidad.