La virtud de la torpeza es la historia de una pareja que reclama su derecho a equivocarse. Un hombre y una mujer que se ríen, que son felices, que tienen nostalgia del futuro, bailan, celebran la vida y su paradoja. Han llegado a esa casa, y en ese lugar tienen que pasarles las mejores cosas del mundo. Al menos están preparados para eso. Pensaron que aquel era el lugar y el momento para amarse.
Pero el equilibrio de cualquier comienzo siempre se transforma en una suerte de azotes a la estabilidad. ¿Están ellos realmente preparados?
Ella se revela como una mujer en constante fuga, definida por un deseo de escapar que a veces camufla en piruetas tortuosas, en risas dislocadas y poética en suspensión.
Él querrá mantenerlo todo quieto como si con esa asunción de lo inalterable evitara cualquier afectación de la rutina o de la incapacidad de quererse bien.
La virtud de la torpeza ahonda en la belleza de la imperfección y en la asunción del amor como estrategia. A través de una sucesión de es- cenas —no exentas de cierta poética— y alternando el movimiento con el texto, Luis y Paula, él y ella, irán alcanzando las brechas, esos momentos que convierten lo trivial en decisivo en cualquier relación de pareja. Derivadas que acaban decidiendo la gloria o el desastre, la fuga o la inamovilidad.